¡Viejo!, lo llamas despreciantemente: viejo.
Descubierto como un árbol sin hojas,
como un rosal sin rosas
por eso y mas no te sirve ese viejo, maldito viejo.
¡Viejo!, que camina lento, más lerdo que el tiempo
cuenta historias de guerra,
de hambre, felicidad y miseria.
Ese es tu viejo, que nunca derrama una lágrima,
para que no te duela el dolor y vacío que lleva su alma.
¡Viejo!, su hedor resopla
en tus mantas satinadas de desprecio,
en las mañanas de sol, de asco y desenfreno.
¡Viejo!, Con su bastón de esperanza
apartando la insufrible realidad.
¡Hombre arcaico!
ávido del pequeño que le dio la dicha de llamarse Padre,
deseoso de recobrar al chiquillo aferrado de su cuello
al que prometió nunca abandonar sin atreverse a dudar,
dedicando algunas noches en vela entre arrullos y luciérnagas.
¡Viejo!, maldito viejo,
obstaculizando tu puerta
para poner su bendición sobre tu cabeza,
dirigiendo besos de amor
sobre tu intocable cuerpo de seda.
¡Viejo!, es el hombre añejo a quien disparas perversos sentimientos,
ocultos en sonrisas vanas de ternura y consuelo.
¡Viejo! Tu maldito viejo hoy ha muerto,
a cruzado el cielo y el infierno
pero quedaste tú dejando la juventud,
repitiendo la historia de tu viejo.
Venatrix
Enero 17 de 2009
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